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Isra Alonso, fundador del «Día de Muertos» en los Marolles.

  • hogarbrussels
  • 23 oct
  • 5 Min. de lectura
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Mientras los días se acortan y las hojas cubren las aceras, ya comienzan a escucharse las primeras notas de All I Want for Christmas. Pero antes de sumergirse en la vorágine de las fiestas de fin de año, Bruselas se prepara para celebrar una tradición de un tipo muy distinto: el Día de Muertos, un homenaje mexicano a los difuntos que hoy está profundamente arraigado en la capital. En los últimos años, las iniciativas se han multiplicado, impulsadas por una comunidad mexicana cada vez más visible, dinámica y unida.


En el barrio de los Marolles, el Día de Muertos se ha convertido casi en una tradición local. Desde 2018, el Centro Cultural Bruegel acoge un altar de muertos, actividades artísticas y, sobre todo, una gran procesión en la Place du Jeu de Balle. Durante una semana entera, el aire se impregna del perfume del cempasúchil, las flores naranjas brillantes típicas de esta festividad. Una iniciativa que nació en la mente de Isra Alonso, creador de Día de Muertos Marolles, a quien conocemos en esta ocasión.


La historia comienza poco antes de 2018. Isra, guitarrista y saxofonista, y Celia, directora de cine, propusieron al Centro Cultural Bruegel organizar un Día de Muertos al estilo bruselense. Conocía bien el lugar: en 2016, cuando aún era mariachi, tocó allí durante su inauguración. Un año después, cuando un terremoto devastó México, organizó conciertos solidarios en ese mismo sitio. En la misma calle abrió sus puertas una tienda de inspiración mexicana, Calaveras. Poco a poco, la Rue des Renards comenzó a parecer un pequeño “Little Mexico”.


Entonces, ¿por qué no organizar allí la fiesta popular más emblemática de México? En su primera edición hubo una exposición, algunos conciertos y talleres durante dos días. Desde el inicio, una procesión formó parte del programa, una idea que se convertiría en la marca del festival.


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Una celebración de la diversidad bruselense


Desde el principio, Isra imaginó un Día de Muertos profundamente bruselense. “Quise inscribir el festival en esta ciudad, que es extremadamente multicultural, una de las más cosmopolitas del mundo.” Con este espíritu, buscó reunir a diferentes culturas en torno a esta tradición mexicana. “Desde 2018 ya existía una convivencia multicultural en el evento. Por ejemplo, había músicos marroquíes y una banda con percusión marroquí y vientos belgas: trompetas, saxofones... Les hice tocar música mexicana, ¡fue muy curioso!”


Detrás de este principio, el organizador busca hacer del evento un momento de reflexión sobre el lugar de la muerte en nuestras sociedades. “La riqueza de Bruselas reside precisamente en el cruce de culturas. Aunque mi pasión sea la música mexicana, nunca quise trasladar una fiesta mexicana fuera de su contexto; creo que no sería posible. Desde el inicio, uno de los objetivos fue reunir todas las culturas. La muerte es una de las cosas que más nos une como seres humanos. Todos la vivimos, compartimos dolores similares y los afrontamos de manera distinta.”


Desde sus inicios, la organización ha crecido. Hoy, en su octava edición, el colectivo Tas d’Os, compuesto por cinco artistas, se encarga de coordinar las actividades, que ahora se extienden durante toda una semana. El punto culminante sigue siendo la procesión, que conquistó de inmediato al público bruselense. “El primer año avisamos a la policía que habría una procesión de unas 300 personas como máximo. Finalmente fueron 2.000; nadie lo esperaba.” Hoy más de 12.000 personas asisten al evento, que rompe con el formato clásico de desfile. “Queremos que sea una procesión donde todos puedan participar, no solo mirar. La idea es caminar todos juntos.”


En la noche bruselense, esta procesión (que este año tendrá lugar el sábado 1 de noviembre) deja ver desfilar esqueletos, ciervos luminosos y hasta a Quetzalcóatl, la antigua divinidad mexicana en forma de serpiente emplumada.


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Una fiesta arraigada en el ADN de los Marolles


El alma de los Marolles también se expresa a través del festival. Barrio de luchas sociales, reivindicaciones y fuerte identidad brusseleir, los Marolles adoptaron de inmediato la celebración. El festival incluso forma parte de su contrato de barrio. “Desde 2018 colaboramos con escuelas, residencias de ancianos y asociaciones locales”, cuenta Isra.


Cada año se instala un altar de muertos abierto a todos. En 2020, la pandemia llevó a los organizadores a colocarlo por primera vez al aire libre. Las numerosas tiendas de antigüedades del barrio decidieron colaborar, e Isra utilizó mesas y muebles reciclados para construir un altar monumental. En plena pandemia, cobró un significado especial: “Fue entonces cuando logramos colocar el altar en el centro del evento. En 2020, más que nunca, el altar fue muy pertinente: un año marcado por la muerte para muchas familias. Estuvimos abiertos de noche durante casi dos meses y recogimos más de 4.000 mensajes.”


Desde entonces, la tradición del altar en el patio del Centro Cultural Bruegel continúa. Cualquiera puede dejar allí un mensaje. La complicidad surge rápidamente en torno a un tema tan íntimo y universal. Isra recuerda: “Habíamos puesto una foto del pintor mexicano Francisco Toledo, fallecido ese año. Un vecino venía cada noche a rendirle homenaje. Cuando le pregunté por qué, me dijo: ‘Tiene la misma mirada que mi abuelo, que me crió.’ El festival permite estos momentos de conexión y comunión entre las personas. Para esta edición, un gigantesco ‘árbol de la vida y la muerte’ ocupará el patio a partir del 27 de octubre.”


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Una octava edición llena de color


Músico profesional, Isra concede un lugar esencial a la música tradicional mexicana en la programación. El 31 de octubre, el festival rendirá homenaje al fandango, una especie de jam comunitaria del Son Jarocho. “Imagina a músicos reunidos alrededor de una tarima de madera donde se baila zapateado, se improvisa y se canta. Es una fiesta viva y colectiva.”


El miércoles 29 tocará el grupo La Flota y el Son, procedente de Veracruz, cuna del Son Jarocho. La familia Vega, de Boca de San Miguel, Tlacotalpan, Veracruz, ha sido durante cinco generaciones una de las principales guardianas de esta tradición musical. El jueves 30, Isra nos cita en el cementerio de Saint-Gilles: “Es el tercer paseo que organizamos allí, un recorrido musical y poético con músicos de todos los horizontes que cantan canciones en homenaje a los muertos, en distintos idiomas. Es un evento muy hermoso, con muchas velas encendidas, totalmente acústico. Es como un ritual, muy espiritual sin ser religioso.”


Finalmente, el sábado, la tradicional procesión pondrá fin a la semana en la Place du Jeu de Balle, reuniendo a miles de personas en un ambiente festivo y luminoso.


Información práctica

🗓️ Del 27 de octubre al 1 de noviembre de 2025

📍 Centro Cultural Bruegel, Marolles, Bruselas

🌐 Programa completo: www.diademuertos.be/programme

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