Imaina, cantante de indie pop belgo-boliviana
- hogarbrussels
- 26 nov
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Me encuentro con la música Imaina en su casa, una noche de octubre, bien abrigadas en su home-studio. La conocí por primera vez en una fiesta latina: su energía magnética me atrapó al instante. Esta noche hablamos de su música, de sus fuentes de inspiración y de cómo ha visto evolucionar la escena latina bruselense en los últimos años.
¿Imaina, un nombre curioso? En realidad, es un nombre artístico que bebe del legado andino de la artista. “Cuando empecé en la música, buscaba un nombre en quechua, algo que hiciera referencia a mi historia, que la honrara. Mi madre, mi abuela —que aún habla quechua— y yo buscábamos palabras. Fue ella quien sugirió Imaina. Significa ‘cómo’. ¡Ahora todo el mundo me llama así, incluso mi madre!”
Nacida de padre belga y madre boliviana, Imaina llega a Bruselas a los 18 años tras haber pasado toda su infancia en Bolivia. Apasionada por la música pero preocupada por la estabilidad, decide estudiar comunicación. “En esa época estaba en varios grupos, tenía un dúo folk con mi hermano y tocábamos en bares. Pero, te confieso, no creía mucho en ello. Al llegar aquí, aunque mi papá es belga, sentí ese recorrido migratorio. Soy de las primeras mujeres de mi familia en terminar estudios. Quería seguir un camino ‘clásico’: estudiar, sacar mi máster, tener un buen empleo, hacer sentir orgullosos a mis padres, que todo fuera estable.”
Entonces llegó el tsunami de The Voice, que sacudió por completo su trayectoria. Publicaba covers en YouTube cuando la producción la contactó. Llegó a los lives y se dio cuenta de que la música ocuparía ahora todo su lugar. “Entendí que no podía hacer otra cosa. Era demasiado divertido. Tenía previsto irme a Nueva Zelanda para un máster en Derecho Indígena… ¡nada que ver! Pero tenía que quedarme, terminar mis canciones, lanzar este proyecto musical.”
Su primer EP, Wounds, salió en 2021, seguido de She en 2024, que aún defiende en el escenario. “Después del programa, tuve que aprender rápido: cómo subir un tema a las plataformas, mezclar, masterizar, grabar un videoclip… ¡Nadie te explica eso! Todavía hago mucho sola, pero también me rodeo de gente: videógrafos, fotógrafos que me gustan. Y para los conciertos, tengo una agencia de booking.”
En el centro de todo, su familia, un pilar inquebrantable. “Mi familia está súper involucrada en mi proyecto. Mi papá es mi contador. Mi mamá hace mis vestuarios y me ayuda muchísimo con la dirección artística. Mi hermana es estilista, mi hermano músico. Es casi un asunto familiar.” Un entorno que siempre la animó a cantar, escribir, montar espectáculos y descubrir nuevos artistas. “Mi padre toca el saxofón, mi madre el charango. Empecé en la academia como a los 5 o 6 años. Me encantaba montar shows con mis hermanos: ¡ellos eran mis bailarines!”

Desde entonces, el escenario no la ha soltado, y en él explora ambientes muy distintos, entre sets acústicos y conciertos con músicos. “Me encanta el escenario. Antes de subir, me dan ganas de vomitar, estoy súper nerviosa. Pero es porque importa. Cuando empecé, era tímida, escondida detrás de mi guitarra. Con mi último EP, más alegre, sentí la necesidad de exponerme más, de bailar, de transmitir.”
Estará de hecho en el escenario el 5 de diciembre en la Brasserie de la Mule (Schaerbeek), junto a otras dos artistas latinas. Juntas forman las Dreamy Mamis. “Queríamos crear nuestra propia noche, con un line-up coherente.” Desde hace algunos años, el boom latino contagia Bruselas, y Imaina ve surgir un microcosmos unido y solidario. “Veo cada vez más artistas latino-bruselenses: personas nacidas en otros países pero bruselenses de corazón, que lanzan proyectos latinos aquí. Y funciona. Nos conectamos. Cuando llegué, me sentía sola, tenía pocos amigos artistas latinos.”
Al principio, defender una identidad “latin-pop” no era evidente. “Me costó un poco imponer mi proyecto tal cual. Pero veo una verdadera evolución: el público está más familiarizado con la música latinoamericana.” Su herencia boliviana se cuela en sus canciones, aunque sea a través del idioma. “Cantar en español ya es una afirmación. Mis raíces musicales están en América Latina: el folclore, bandas de indie-pop como Zoé, Enanitos Verdes, Men I trust, The Marías… Mi universo se acerca al de ellos. Es como si fueran mis padres y yo su hija pequeña, en cuanto a vibra. También uso samples de salsa o funk brasileño que desacelero, o elementos como la zampoña o el charango.”
Sonoridades que seguirá explorando en un tercer EP previsto para 2026. Después de Wounds, más oscuro y electrónico, y She, luminoso y alegre, el próximo capítulo seguirá este camino. “Mis EPs son capítulos del libro de mi vida. Las canciones melancólicas me salen rapidísimo, pero no quiero concentrarme en eso ahora. Las guardo para más adelante, quizás.”
Cuando hablamos de sus lugares latinos favoritos en Bruselas, sus ojos se iluminan. Menciona Iskay, un restaurante boliviano en Etterbeek, o las fiestas latin-queer Gelatina, organizadas por su amigo Ricky Corazón. Pero el evento que espera cada año es el carnaval boliviano en las calles del centro. “Es el momento en que toda la comunidad boliviana de Bélgica se reúne. El carnaval de Bolivia es uno de los más hermosos del mundo, reconocido por la UNESCO. Reúne decenas de danzas folclóricas, ocupamos la calle, cantamos, bailamos, nos lanzamos brillantina. En Bolivia dura 12 horas. ¡Aquí solo una tarde, pero termino agotada y profundamente conmovida. Es una experiencia que hay que vivir.”
Es una de las muchas maneras en que Imaina mantiene un lazo fuerte con Bolivia. Un país que nunca la abandona del todo, pues siempre lleva un pedacito de él consigo. Saca una pequeña botellita de la suerte. “En La Paz está la Calle de las Brujas, donde venden pociones, hechizos, elixires. Puedes comprar una botellita y llenarla con los elementos que quieras atraer a tu vida.” Cuando le señalo un diminuto pistolito entre la brillantina, estalla en carcajadas: “¡Significa que voy a kill the game!”. Una “asesina” cuyo universo onírico estamos deseando volver a encontrar este viernes 5 de diciembre en la Brasserie de la Mule.






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